lunes, 7 de diciembre de 2015

Darío, el racista.


Este par de juegos de semifinales entre el Club América y el Club Universidad Nacional han generado algunas reflexiones en el que escribe.

1.       El primero, y que da título a esta entrega, es el acto de supuesto racismo por parte del capitán de los Pumas. Es importante subrayar la palabra “supuesto” porque, hasta el momento en el que esto se escribe, no hay un solo elemento fiel que confirme que la acusación hacia Darío sea inobjetable.

Tenemos la declaración del portero del equipo vencido. Tenemos, evidentemente, el testimonio del agredido. Nada más. No he escuchado a ningún otro jugador confirmar el hecho. Vaya, ni de los árbitros.

Darío ha jugado en los Pumas desde el 2003. Es un jugador emblemático para la afición. Ganador de cuatro campeonatos de liga, un campeón de campeones y del trofeo Santiago Bernabéu. Fue subcampeón de la Copa Sudamericana en el 2005.

En el 2010 fue condecorado por la Presidencia su país de origen y en el 2011 fue reconocido como el mejor defensa de la liga por parte de la Femexfut.

En doce años en México ha sido expulsado 11 veces. Quienes lo hemos visto jugar podemos decir que no es un jugador particularmente violento o agresivo. Su posición en el campo, quienes hemos jugado aunque sea una cáscara en la calle, sabemos que obliga a ser duro.

Ese es, a grandes rasgos, el capitán Verón.

2.       Ahora tendría que hablar de la campaña del odio. Esa mal entendida campaña del “ódiame más”. No sé quién fue el “genio” de la misma, pero el aficionado al Club América la adopto como si fuera un mérito ser odiado por los demás. Habrá sus honrosas excepciones, seguro, pero la generalidad se puso ese saco y ha hecho de él un estilo de aficionado.

Sucedió lo que regularmente sucede cuando antepones el odio a cualquier actividad o a cualquier grupo social, en este caso un grupo de aficionados: se generó odio.

Si a eso le sumamos las campañas mediáticas que atribuyen al futbol (una actividad lúdica y deportiva profesional) condiciones de orgullo, de amor, de pasión, tienes el caldo de cultivo para ver las ridiculeces que hoy vemos y leemos, en los estadios y en las redes sociales.

El orgullo no se disputa en un juego de futbol. Uno se siente orgulloso de algo por los atributos, no por las circunstancias. Te puedes sentir orgulloso de tu equipo por tener un campeonato o 13 o 100, y ninguna derrota tendría que quebrantar ese orgullo. Pero los medios la venden y algunos cerebros la compran.

3.      Naco, porro, vándalo, indio, todos esos adjetivos son discriminatorios y algunos de ellos racistas. Me pregunto si todos aquellos que se están desgarrando las vestiduras por la supuesta agresión racista de Darío pueden ir por la vida con la autoridad moral de señalar a los demás. Lo dudo aunque lo deseo.

No hace diferencia que Verón sea capitán de un equipo y los demás sean ciudadanos sin representatividad. Ser racista y discriminar está mal. Punto.

 

¿Suenan a defensa estas líneas? Lo son. Este país ya se acostumbró a los linchamientos mediáticos basados en supuestos. La declaración de una o dos persona hoy tienen más validez que las mismas pruebas o ausencia de ellas.

Este país se ha acostumbrado a culpabilizar sin demostrar el delito. Quedó atrás aquella base legal que indica que todos, sí, todos, somos inocentes hasta que se nos demuestre lo contrario.

Darío Anastasio Verón Maldonado no tiene cabida en el Club Universidad Nacional si se comprueba que cometió actos de racismo. Es inobjetable su salida. Pero si no se le comprueba, no tiene por qué lidiar con linchamientos mediáticos ni sociales. Ni él, ni nadie.

 

Para el final:

Lo he dicho muchas veces y no sobra decirlo de nuevo: la UNAM es mucho más que un equipo de futbol que, dicho sea de paso, pocas ligas tiene con la máxima casa de estudios del país. Señor Rector Enrique Graue Wiechers, préstele atención a los verdaderos retos que nuestra querida Universidad conlleva.

 

Rabia.

jueves, 29 de enero de 2015

Atrapados.

No señor presidente, no estamos “atrapados” en el caso Ayotzinapa. 

¡Imagínese si permaneciéramos en el terror de esos hechos! 

Cuando uno se entera cómo sucedieron los acontecimientos del 26 de septiembre se le hace chico el corazón solo de imaginar el infierno, el miedo de los estudiantes. Imagine usted haber estado en la parte baja de la camioneta de redilas siendo aplastado por otros compañeros y perdiendo la vida poco a poco, intentando jalar aire para no morir y darse cuenta que será imposible permanecer vivo. Imagine usted llegar a un lugar como un basurero, en Cocula, viendo o escuchando como bajan los cuerpos ya sin vida de sus compañeros. Imagine usted los pensamientos de un muchacho al ver como colocan a vivos y muertos en el piso para ser ejecutados. Imagine usted en medio de la nada, sin luz, la escena de las ejecuciones. Imagine usted haber sido el último ejecutado después de haber oído como, uno a uno de los compañeros, moría.
Ahora bien señor presidente le pido que imagine usted que nosotros nos quedáramos “atrapados” en esos pensamientos. No señor presidente, no se puede vivir así, aterrados sabiendo que la maldad de la gente llega a estos extremos. Sabiendo que no hay quien pueda contra ellos. Sabiendo que el día que se requiera habrá gente dispuesta a matar, quemar y desaparecernos.
Como ciudadano, como uno más de los que votó por usted, le pido no me pida estupideces. Nosotros tenemos que salir a trabajar y velar por el cuidado de los nuestros, no podemos quedar de ninguna manera atrapados.
Valdría la pena que le pida a los responsables, quienes quiera que sean, hagan todo para evitar que esto vuelva a suceder. Sé que esto será imposible mientras no se entiendan los fenómenos sociales en estados como Guerrero, pero esa es su chamba, no pedirme que no me quede atrapado.

No señor presidente, no permaneceré atrapado, pero tampoco permaneceré indiferente y, evidentemente, no olvidaré. 

Para el final.

El terrorismo es el uso sistemático del terror para coaccionar a sociedades o gobiernos.