La idea era graduarme, como Ingeniero Industrial, rimbombante titulo, lo sé. No se pudo, pero que demonios, aprendí otras cosas como jugar frontón con un entrañable amigo,
“No voy a regalar puntos, así hayan puesto 1 - 1 = 1…” dijo la maravillosa Leda Speziale de Guzmán, maestra de geometría analítica. Y no, no le dio ese punto a mi novia. Sacó 59 y tuvo que irse a segunda vuelta. Que risa. Perdón por el balconeo esposa.
Difícil entender y más explicar porque no pude mentalmente con la carrera, el caso es que no pude más y me fui de mi amada UNAM.
A trabajar, no había de otra. Comencé a hacerlo pero siempre con la meta
Ahí estaba yo, parado enfrente de la lista en la que se leía NA. Troné la materia y con ella mi estancia en ese Instituto. Comparto con ustedes el sentimiento de soledad de ese momento. No lo podía creer, acreditar más del 65% de las materias, tener un promedio aceptable y no poder seguir por una materia.
“Tengo dos opciones: dedicarme a trabajar muy duro durante muchos años sin aspirar a crecer y tener lo que uno sueña o, alzar la mirada y seguir luchando por ello…” Literal, eso es lo que pensé en ese pasillo solitario.
El primer paso difícil, decirle a mi papá. Recuerdo haber ofrecido disculpas, le agradecí todo el apoyo y le dije que de ahí en adelante iba solo. CUMDES, Tec de Monterrey, ideas locas, de todo hice en poco tiempo para poder seguir con mi idea de tener un título universitario que me diera la oportunidad de crecer.
Llegué al estacionamiento de
Me llamaron de Iké Asistencia para reportarme a trabajar. Así comenzó mi historia en esta gran empresa. Trabajaba de domingo a viernes y asistía a la Universidad de lunes a sábado. No había día de descanso. Esa era la única alternativa y surgió mi lema de “no hay opción”. Acredité materias como podía. Quería casarme y no tenía mucho más tiempo. El último año solo acredité 20 materias y lo logré, termine la licenciatura, casado, trabajando y esperando al primer hijo, al Mijo.
Mis papás nunca supieron como me educarían, como dije en la pasada entrega, pero ni ellos ni la vida se equivocaron. Se pudo, lo logré, lo logramos, así que por favor, nunca vengan a decirme: “es que no se puede”, “es que es complicado”… Si, es complicado, pero si se puede.
Gracias Gabriela, gracias Martha, gracias Enrique, gracias Juan Manuel, gracias Marco. Su confianza y presencia en esos tiempos fue determinante para lograrlo. Obvio, gracias Dios.
Rabia.
Para el final: No, no hay opción, ok?
La siguiente entrega, la primera crónica