jueves, 17 de febrero de 2011

Algo de mi (1a entrega)

Siempre he pensado que nunca supieron como educarme. Y no es reclamo, pero mi paso por diferentes instituciones me hace pensar que mis jefes no entendían muy bien que hacer conmigo, y no los culpo, hoy creo que en casa tampoco saben que hacer conmigo.

Comencé en sistema Montessori. Solo el primer año de primaria estuve ahí y lo único que recuerdo es que ahí aprendí a pelear. Un amigo y yo nos agarrábamos a chingadazos a la hora del recreo, a eso “jugábamos”. Si, siempre me reventaba la madre… y corrijo, no aprendí a pelear, al contrario, aprendí a darle la vuelta a los madrazos.

Emigré de casa y de escuela. Llegué al Guadalupe Victoria, escuela pública. Grandes recuerdos en segundo y tercero de primaria. Jugar fut con el Tupper de mi madre con servilletas dentro para que pesara más; fut americano con suéteres amarrados; canicas en el fondo del patio. Es hasta ahora que se entiende lo fácil que es pasarla bien sin tantas cosas (aunque mi madre se encabronaba fuerte por el estado del Tupper. Tema para otro escrito).

Me hice niño bien y me fui al Colegio Madrid. Cuarto, quinto, sexto y primero de secundaria. Si bien es cierto la salida fue catastrófica, debo decir que viví grandes cosas. Una escuela gigante, con cancha de fut, con auditorio que, en aquel entonces, lo veía enorme, y más cuando canté “25 de diciembre, la la la…” enfrente de mis papás. No olvidaré mis recreos en los que iba a ver a mi hermano en el Kinder. El destino decidió que no siguiera más ahí. Dolió, confundió, pero me dio la oportunidad de crecer.

El Colegio Tepeyac del Valle. “Ahí aceptan reprobados?” preguntó mi mamá cuando llamó. “No señora, aquí le damos la oportunidad a todos”, le contestaron. No puedo decir poco de lo que viví en esa escuela… con solo recordar lo que hoy tengo de ahí me emociono. Moy, Pacheco, Miss Tere, Miss Lupita, Trujillo, Pepe Lupe; Fernández, Andrade, Tovar, Espinoza, Martínez, López, Sosa, Aiza… apellidos y nombres de personas que afinaron mi vida, que compartieron mis mas grandes desmadres en la escuela, grandes cómplices todos ellos. Millones de recuerdos. Algún día tendré que hacer un texto, o más, de lo que ahí viví.

La prepa. “Papá, quiero cambiarme de escuela, quiero ir al CUM”. Chale, no sabía lo que decía. Mi Pa no lo pensó dos veces y madres, a estudiar como erudito para el exámen de admisión. Eso no fue nada comparado con lo que debía estudiar ya dentro de tan prestigiada institución académica. Ojo con el verbo “debía”, porque nunca estudié como debía, pero por obra y gracia del Señor, Marcelino Champagnat y la Virgen de Guadalupe, terminé con un honroso 7.04 de promedio, suficiente para llegar a la UNAM.

La UNAM, el ITAM, la UVM estarán en el siguiente escrito, no quiero aburrirlos más. Solo digo que la UNAM le dio total significado a mi vida, me dio la oportunidad de concretar lo que siempre soñé. Si Gabriela, la UNAM eres tu y ahora ellos.

Rabia.

Para el final: Bendito el Señor, Marcelino Champagnat y la Virgen de Guadalupe, Carmen Aristegui regresa al radio por el “bien” de todos… o no.

1 comentario:

  1. Yo fui al CUAM y luego a la UNAM...y sí, hasta ese momento medio entendí por dónde iba la cosa. Pero lo mejor es cuando terminas porque te das cuenta que tanta institución educativa no le da sentido a las cosas, sino las cosas mismas se dan sentido.
    Creo que te entiendo.

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