Me toca vivir las dos caras de la moneda en este proceso
tan complicado de entender y sobrellevar.
Soy de los que, además de tomar fotos y ganar algo de lana
con ello tiene un trabajo como cualquier otro, de oficina; además ese trabajo
es operativo, veinticuatro por siete, con gente (muy valiosa) a cargo. Es
decir, no tengo opción, hasta ahora, de quedarme en casa.
La otra cara son mi amada familia. Emiliano, Sebas y la
esposa están acuartelados. Los chavos haciendo sus labores escolares en pijama,
desayunando en la cama, escuchando música al hacer sus deberes. La esposa, como guerrera y disciplinada que es, trabajando
puntualmente desde las 8:00 hasta que termina el día.
En este panorama, que seguramente no es privativo de mi
familia y que varias más pueden estar viviendo, llegué a una conclusión: este
paro nos obliga a vivir de otra manera y re ordenar las prioridades. Y me explico.
Las empresas no pueden pretender que las madres o padres que
están en casa defendiendo con todas sus fuerzas sus fuentes de empleo sean los
mismos. Habrá niños corriendo, preguntando cosas del colegio, teniendo hambre,
peleando o riendo. Esa es la nueva realidad del Home Office. Hay que ser
claros, la casa no es una oficina, es un escritorio, algunas veces improvisado,
en la sala o en el comedor. El mundo no puede exigir tanto, todos estamos
detenidos.
Los colegios estarán haciendo lo que puedan con lo que
tienen para poder seguir con el ciclo escolar. Habrá instituciones que tengan
los medios digitales para seguir, pero habrá muchas, la mayoría, que no podrá. No
deberíamos exigirles a las escuelas resultados pronto. Tampoco podemos cargar con la
angustia de tener hijos que tal vez no aprendan todo lo que normalmente podrían
aprender. Si para los adultos es complicado entender, para ellos más. Hoy más
que nunca, seamos cariñosos y tolerantes con ellos, hagamos de estos días algo
divertido porque sí hay algo que aprenderán y será cómo enfrentamos esta
pandemia. Abrácenlos que ya habrá momentos de ponernos al corriente con las
matemáticas y con la historia.
Los que salimos enfrentamos una batalla contra un bicho que
nunca veremos, solo sabemos que existe y que en cualquier momento se nos mete.
Vivimos con miedo, pensando permanentemente si el botón del elevador o el tubo
del metro tienen a ese enemigo minúsculo. Salimos a trabajar para conservar el sustento.
Ténganos paciencia, estamos espantados y angustiados, sacamos valentía de donde
no sabíamos que había.
Para el final.
No creo que todo esto concluya pronto, pero concluirá. Pongamos la mente y la esperanza en ese momento y mientras hagamos que nuestra realidad sea lo más divertida posible o lo menos angustiante posible.
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